Hace mucho tiempo que Perú no combinaba, generaba ocasiones ni hacía goles. Es más, tal vez ya lo escuchó en algún otro lado, pero, por si aún no se había percatado, tenga en cuenta que la selección marcó la misma cantidad de goles (tres) el pasado jueves que los que había anotado a lo largo de toda las eliminatorias bajo la dirección técnica de Juan Reynoso y Jorge Fossati.
La selección boliviana pierde mucha fuerza cuando baja de El Alto —ciudad ubicada a más de 4,000 m.s.n.m., en la cual la Verde ejerce su localía desde el año pasado—, lo cual la hacía el rival perfecto para recuperar la esperanza (prueba superada con éxito, aunque, como siempre, sufriendo). Sin embargo, la victoria no solo es importante porque revive el sueño mundialista, sino también porque parece haber marcado el rumbo, algo que el Equipo de Todos había perdido hace ya mucho tiempo.
Cuatro defensas atrás, dos centrales y dos laterales; si el derecho sube, el izquierdo se queda: simple, conocido y efectivo. Al medio, un ancla, puesto para el que nació Renato Tapia (nada de inventos), y a falta de un diez —porque Christian Cueva ya no es (ni debería ser) convocable— dos interiores, de preferencia ‘chocolateros’. Dos jugadores desequilibrantes por cada banda, quienes en teoría son extremos, pero que en la práctica tienen el recorrido de mediocampistas. Adelante, un nueve al que le puedes tirar la pelota para saltar líneas porque sabes que controlará y hará de pívot —o aguantará de ser necesario— para conectar con alguno de los volantes. Agréguele combinaciones al ras del piso y un poco de quimba, y tendrá por resultado el fútbol al que Perú se había acostumbrado a jugar y que le dio los mejores resultados de los últimos 30 años.
Nada hubiera funcionado sin la seguridad de Pedro Gallese en el arco, la importante incorporación de Renzo Garcés al once, el ‘chocolate’ que André Carrillo ha recuperado en Corinthians, el primer gol (y la segunda asistencia) de Andy Polo con la Blanquirroja y la fundamental contribución en ofensiva del inacabable Paolo Guerrero. No obstante, el mérito del nuevo DT de la selección, Óscar Ibáñez, ha sido jugársela, una vez más, por el equipo que clasificó al Mundial de Rusia 2018. Y es que, salvo por un par de excepciones, en la cancha del Estadio Nacional el último jueves estaban los muchachos de Gareca. Justamente, ello fue lo que le permitió a los seleccionados combinar y jugar de memoria.
Podrá sonar muy fácil apostar por lo viejo conocido antes que lo nuevo por conocer, pero en el último lugar de la tabla, y luego de un fallido (por no decir inexistente) proceso de recambio generacional, la decisión, aunque lógica, no debe haber sido fácil de tomar. Ahora, ¿el nuevo aire de la Selección Peruana será suficiente para afrontar lo que se viene?
Si las cosas no hubieran ido bien frente a Bolivia, nadie podría haberle reclamado nada a Ibáñez, pues habría fallado en algo en lo que dos técnicos campeones, Fossati y Reynoso, tampoco pudieron conseguir; después de todo, el exentrenador de Cienciano tomó el timón de un barco que estaba a punto de naufragar (y que todavía hace agua). Sin embargo, Óscar cometió el ‘error’ de ganar y reavivar la esperanza y las expectativas del hincha que, gracias a lo impredecibles que son las Eliminatorias Conmebol, aún sueña con clasificar al Mundial.
No obstante, el camino a Estados Unidos —y México y Canadá, donde se jugarán unos cuantos partidos del Mundial— es largo, sinuoso y empinado. Para llegar al mágico séptimo puesto de la tabla, que clasifica al repechaje mundialista, Perú debe ganar sus dos partidos restantes en condición de local y sacar, como sea, puntos de las tres visitas que le quedan pendientes en las eliminatorias. Ello implica ganarle a Ecuador (el 9 de junio) y Paraguay (el 14 de septiembre, en el cierre de la carrera rumbo a la Copa del Mundo) en Lima, y sumar todos los puntos posibles contra Venezuela en Caracas (el próximo martes 25), Colombia en Barranquilla (el 4 de junio) y Uruguay en Montevideo (el 9 de septiembre). Hoy, ni el recambio generacional ni las tormentas en la Federación Peruana importan: el Mundial es posible y está a cinco partidos de distancia, los cuales, como indica el título de esta nota, deben ser afrontados como finales.
La primera final es en Caracas
El primer duelo en el que la selección tendrá que dejar la vida es contra Venezuela en calidad de visitante. La Vinotinto, en octavo lugar con solo dos puntos más que Perú, es un rival directo, por lo que robarle puntos en su casa no solo es importante, porque a estas alturas todo suma, sino que también es crucial, puesto que podría permitir superarlo en la siguiente fecha doble o en la última.
El rival es complicado y con su gente se hace fuerte, pero tampoco es invencible. Habrá que luchar, tirarse de cabeza por la pelota y, sobre todo, reconectarse nuevamente con el fútbol que se vio por momentos contra Bolivia, ese que el peruano sabe jugar y que alguna vez nos hizo a todos tan felices
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